El comunismo resultó ser un espejismo. Millones de personas murieron en busca de un paraíso terrenal inexistente, pero eso no ha impedido que se siga buscando. En el tramo final del siglo XX, los neoliberales empezaron a promocionar su propia versión de ese mismo mito; el capitalismo global lograría lo que el comunismo no pudo.
El culto al libre mercado era como el comunismo en cuanto a su carácter de credo revolucionario. Los neoliberales creían, como Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, que habían solucionado el enigma de la historia.
Marxistas y neoliberales inisisten en que sus promesas de un futuro radiante son el resultado de un 'riguroso ejercicio científico', pero la firmeza de su convicción delata la auténtica fuente de sus creencias. El marxismo y el neoliberalismo son sucedáneos religiosos en los que el mito cristiano del fin de la historia se ha traducido al idioma de la 'ciencia (la Covid, puso a la ciencia de las certezas absolutas', contra las cuerdas).
De hecho, en pleno inicio del XXI, el marxismo (y la socialdemocracia) y el neoliberalismo (la socialdemocracia) son ya credos desacreditados.
Contrariamente a lo que invoca un venerable tópico estadounidense, la cultura estadounidense no es maniquea. Es cierto que los maniqueos —seguidores de un predicador religioso persa del siglo III— eran dualistas radicales que dividían el mundo en las fuerzas de las tinieblas y las de la luz, pero ellos creían que el bien y el mal eran consustanciales, y que la lucha entre ambos era interminable.
A pesar de la infatigable devoción religiosa del país, la cultura estadounidense está muy alejada de la cultura cristiana tradicional. De hecho, la cultura estadounidense está infundada por algo que siempre ha sido considerado una herejía: la doctrina de Pelagio, según la cual la naturaleza humana no es intrínsecamente imperfecta.
Jean-Paul Sartre declaró: "Yo creo en la existencia del mal y él no". Tras un encuentro con un estadounidense bienintencionado que creía que la guerra podría ser abolida para siempre si las relaciones internacionales estuvieran en manos de hombres razonables. Sartre captó así la diferencia real entre las cosmovisiones estadounidenses y europea.
De hecho, la cultura estadounidense contemporánea, sin embargo, está fundamentada sobre la fe pelagiana en que el mal puede ser derrotado y erradicado del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario