Cualquier cosa y su contrario vuelven manifestación fatal de ese individuo que conduce a la humanidad a una pérdida que los imprecadores lamentan, aunque lamentarían aún más el no tener nada que lamentar. De este individuo maléfico se demuestra, a la vez, que conduce a la tumba a la civilización de las "Luces" y que perfecciona su obra mortífera, que es comunitario y que carece de comunidad, que ha perdido el sentido de los valores familiares y el sentido de su transgresión , el sentido de lo sagrado y el del sacrilegio.
Los viejos temas edificantes son pintados ahora con los colores sulfurosos: el hombre no puede prescindir de Dios, libertad no es licencia, la paz ablanda la personalidad, el propósito de justicia conduce al terror. Pero hacer del nazismo la realización directa de la democracia es una demostración delicada, incluso por la vía del viejo argumento contrarrevolucionario que ve en el individualismo protestante la causa de la democracia, y por lo tanto del terrorismo totalitario. De las investigaciones actuales sobre el embrión se deduce, retrospectivamente, la razón. Todo lo vinculado a democracia es nada más que la continuación infinita de un solo y mismo crimen.
En definitiva, los que sueñan con la restauración de un gobierno de élites a la sombra de una recuperada transcendencia se amoldan al estado de cosas existentes en las "democracias". Y como toman por blanco principal a los "hombrecitos" que impugnan ese estado de cosas, sus imprecaciones contra la decadencia se suman finalmente a las admoniciones con que los progresistas quieren sostener a los oligarcas gerenciadores frente a los humores reacios de esos hombrecitos que obstruyen el camino de progreso.
Por más radical que quiera ser su disenso, por más apocalíptico que quiera ser su discurso, los imprecadores obedecen a la lógica del orden consensual: aquella por la cual el significante democracia constituye una noción indistinta que reúne en un único todo un tipo de orden estatal y una forma de vida social, un conjunto de maneras de ser y un sistema de valores,. El discurso antidemocrático de los intelectuales de hoy corona el olvido consensual de la democracia para la que laboran la oligarquía estatal y la oligarquía económica.
Este odio oculta la dominación de las oligarquías estatales cuando identifica a la democracia como una forma de sociedad, y la de las oligarquías económicas, cuando asimila su imperio exclusivamente a los apetitos de los "individuos democráticos". Puede así atribuir, los fenómenos de desigualdad al triunfo funesto e irreversible de la "igualdad de condiciones" , y ofrecer a la oligarquía su justificativo ideológico: hay que luchar contra la democracia, porque la democracia es el totalitarismo.
El Movimiento del 68, incansablemente repetido por los historiadores y sociólogos e ilustrado por los novelistas: el movimiento del 68 fue el de un juventud ávida y de nueva formas de vida. Como la juventud y el deseo de libertad, por definición, no saben ni lo que quieren ni lo que hacen, produjeron lo contrario a lo que declaraban, pero la verdad de lo que perseguían: la renovación del capitalismo y la destrucción de todas aquellas estructuras, familiares, escolares u otras, que se oponían al reino ilimitado del mercado, el cual penetraba cada vez más en las entrañas y los corazones de los individuos.
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